Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca; porque no puedo ir en tu busca a menos que tú me enseñes, y no puedo encontrarte si tú no te manifiestas. Deseando, te buscaré; buscando, te desearé; amando, te hallaré y hallándote, te amaré (San Anselmo)
Jesús mismo, cuando enseñaba a rezar, decía que se hiciera como un amigo inoportuno. Rezar es un poco como molestar a Dios para que nos escuche. Es atraer los ojos, atraer el corazón de Dios hacia nosotros (Francisco)
La petición apremiante de los ciegos: ‘¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!’ (Mt 9,27) o ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’ (Mc 10,48) ha sido recogida en la tradición de la Oración a Jesús: ‘¡Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ten piedad de mí, pecador!’. Curando enfermedades o perdonando pecados, Jesús siempre responde a la plegaria que le suplica con fe: ‘Ve en paz, ¡tu fe te ha salvado!’ (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.616)