Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino

b. Jordán de Saxonia, sacerdote dominico

b. Jordán de Saxonia, sacerdote dominico - Santo del día 13 de febrero

Santo del 13 de febrero

Joven fraile dotado de palabra elocuente, corazón tierno y gran pasión por Jesús, fue el digno sucesor de santo Domingo al frente de la recién nacida Orden de Predicadores. Misionero en toda Europa, murió al regreso de una peregrinación a Tierra Santa en 1237. Fue beatificado por León XII.  
b. Jordán de Saxonia, sacerdote dominico

"Os he recomendado la pobreza, la caridad, la humildad para que, a través de estas tres virtudes, alcancéis verdaderas riquezas, placeres y honores con la ayuda de Aquel que es un fuerte apoyo, nuestro Señor Jesucristo." (Carta a la Beata Diana del Andalò)
"Vivir honestamente, amar, enseñar": así resumía fray Jordán su regla de vida, que se convertiría en la de los dominicos, en el surco trazado por el Fundador, que quería que sus frailes "se empeñaran en la oración, la enseñanza y la predicación".

La llamada a la predicación

Nacido en Westfalia, se conoce poco de la vida de Jordán antes de su encuentro con santo Domingo en París en 1219, cuando lo eligió como su confesor y comenzó a estudiar para el diaconado. Al año siguiente tomó el hábito dominicano y se dio a conocer inmediatamente por sus dotes oratorias que se nutrían de la belleza del mensaje evangélico y del amor por la salvación de las almas. Su entusiasmo evangelizador le hizo ganarse inmediatamente el profundo aprecio tanto de los pobres como de los universitarios. Viajó mucho, Fray Jordán, incluso después de ser nombrado Provincial de Lombardía: viajó para participar en los Capítulos, pero sobre todo para proclamar la Palabra de Dios durante 20 años, hasta que sus fuerzas se lo permitieron.

La querida Orden

La fe firme y la vida santa de Fray Jordán atrajo muchas almas a su Orden: en resumen, el número de frailes aumentó de trescientos a cuatro mil y el número de casas de treinta a trescientas. Trabajó para publicar las primeras Constituciones dominicanas, para dar impulso a las misiones y a la administración de los sacramentos y para proteger el derecho a sepultar a los frailes en las iglesias dominicanas. No dejó de defender el carácter universal de la Orden y su independencia frente a las interferencias del clero local; además, fue gracias a él que las monjas dominicas estuvieran también jurídicamente incluidas en la Orden, como había sido la voluntad precisa del Fundador.

En los pasos de Santo Domingo

El hermano Jordán fue alumno de santo Domingo, que lo había elegido como su sucesor. El Beato, aún hasta hoy en día, sigue siendo el más auténtico intérprete de la espiritualidad del Fundador, especialmente por su tiempo dedicado a la oración y la devoción a María. Domingo y Jordán se semejaban mucho por la mansedumbre pues corregían a sus hermanos y hermanas con bondad de corazón más que con rigor y disciplina, los escuchaban, los consolaban y los animaban incluso por carta, cuando no podían estar presenten a su lado. Su espiritualidad era muy sencilla, hecha de unión con Dios e imitación de Cristo, de aceptación de las tribulaciones como instrumento de purificación y meditación de la Pasión de Jesús, sin descuidar el ejercicio de las virtudes cristianas y el don de sí mismos a todos, especialmente a los queridos pobres: "Más vale perder la sotana que la piedad", decía. Hacia el final de su vida Dios le concedió ver el traslado de los restos de santo Domingo a un sepulcro más decente y, al año siguiente, le concedió alegrarse por la canonización de Domingo realizada por el Papa Gregorio IX.

El naufragio en Acre

El barco en el que viajaba al regresar de una peregrinación a Tierra Santa naufragó cerca de Acre, la actual Akkon: al oír la noticia, los frailes de la comunidad local se precipitaron inmediatamente y encontraron el cuerpo exánime de Jordán envuelto en una cruz de luz. Lo sepultaron en su iglesia, pero sus restos fueron dispersados después de la invasión turca. La tradición añade que, precisamente el día en que Jordán murió, la futura Santa Ludgarda tuvo una visión de Jordán en el cielo, entre los Apóstoles y los Profetas.

 

Oración del día:

 
"Ó b. Jordán de Saxonia, sacerdote dominico, humilde siervo de Dios, que encontraste en la soledad y la oración la verdadera paz, intercede por nosotros ante el Señor. Ayúdanos a buscar la unidad y la fortaleza espiritual en medio de las tribulaciones, y guíanos con tu sabiduría hasta el corazón de la Santísima Trinidad. Amén."
 
Que en este día podamos reflexionar sobre la vida de b. Jordán de Saxonia, sacerdote dominico y encontrar inspiración en su entrega total a Dios, especialmente en tiempos difíciles.
 

El Santo del Día: La Importancia de la Santidad Cotidiana

Cada día, la Iglesia Católica conmemora la vida de uno o más santos, recordando sus virtudes y su testimonio de fe. La tradición del "Santo del Día" nos permite conocer a quienes dedicaron su existencia a Dios, sirviendo con amor y devoción a la humanidad.
 

¿Quiénes son los santos?

Los santos fueron hombres y mujeres que, en su caminar por este mundo, se esforzaron por seguir fielmente las enseñanzas de Cristo. Algunos sufrieron el martirio por su fe, mientras que otros dedicaron sus vidas a la oración, la caridad y la evangelización. La Iglesia los reconoce como santos tras un proceso en el que se confirman sus virtudes y los milagros atribuidos a su intercesión.
 

La celebración del Santo del Día

Cada santo tiene un día especial de conmemoración, generalmente en la fecha de su fallecimiento, visto como el momento de su encuentro definitivo con Dios. Esta práctica nos invita a conocer más sobre sus vidas y a dejarnos inspirar por su testimonio de santidad.
 

Un propósito espiritual

Celebrar el Santo del Día no es solo un recordatorio histórico, sino también un llamado a la reflexión y a la oración. A través de su intercesión, podemos pedir fuerza y aliento para afrontar los desafíos diarios con más fe y esperanza.
 
Conocer la vida de los santos y celebrar su legado es una manera hermosa de fortalecer nuestra fe y encontrar modelos concretos de vida cristiana. Cada uno de ellos nos deja una enseñanza sobre perseverancia, amor al prójimo y entrega total a Dios. Que sus historias nos animen a vivir con más devoción y propósito, siguiendo el camino de Cristo en nuestro día a día.
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