Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino

s. Agustín, obispo de Hipona y doctor de la Iglesia

s. Agustín, obispo de Hipona y doctor de la Iglesia - Santo del día 28 de agosto

Santo del 28 de agosto

Buscador inquieto de la Verdad, su vivencia en el camino de la conversión, lo hace siempre actual. Autor de numerosos escritos San Agustín está entre los Padres de la Iglesia que mejor han explicado los principios y dogmas del Cristianismo. Muere el 28 de agosto del 430.   
s. Agustín, obispo de Hipona y doctor de la Iglesia

Agustín nace el 13 de noviembre del 354 en Tagaste, África. Es educado en la fe católica por su madre Mónica, pero no sigue su ejemplo. Adolescente vivaz, agudo y exuberante, acomete el estudio de la retórica y su rendimiento es excelente. Ama la vida y sus placeres, cultiva amistades, experimenta las pasiones amorosas, adora el teatro, busca diversiones y entretenimientos. En Cartago, donde sigue con sus estudios, se enamora de una joven; como es de rango inferior al suyo, puede convertirla sólo en su concubina. Fruto de esta relación nace Adeodato. Agustín, padre con tan sólo 19 años, es fiel a su mujer, y asume la responsabilidad de la familia. Pero la lectura del Hortensio de Cicerón, cambia su modo de ver las cosas. La felicidad, escribe el gran orador, consiste en los bienes que no terminan: la sabiduría, la verdad, la virtud. Agustín decide así tornar en su búsqueda.


La búsqueda de la Verdad

Comienza con la Biblia, pero, habituado como está, a textos altisonantes, la encuentra ramplona e ilógica. Se interesa entonces por el maniqueísmo. De vuelta a Tagaste abre una escuela de gramática y retórica con la ayuda de un benefactor, pero la vida que lleva no le satisface y vuelve a Cartago, anhelando un futuro mejor. Sin embargo sigue estando insatisfecho. Su sed de Verdad no se apaga con la doctrina maniquea. El joven y prometedor rector busca entonces nuevas lides, y en el 382 se muda a Roma con su compañera y su hijo, a escondidas de la madre, que en tanto, lo había ido a buscar a Cartago. En la capital, Agustín mantiene el contacto con los maniqueos, de los cuales recibe sustento y apoyo. Comprenderá después, que la Providencia actúa incluso en las decisiones equivocadas. Su carrera va a toda vela, en el 384 obtiene la cátedra de Retórica en Milán, pero a pesar de todo, la inquietud interior todavía lo atormenta.

La conversión: “Toma y lee”

La ambición se sacia, pero no el corazón. Para afinar su “ars oratoria” escucha los sermones del obispo Ambrosio. Quiere observar su capacidad dialéctica y sin embargo las palabras le tocan en lo más profundo. Mientras está en Milán, la madre Mónica permanece a su lado y en las oraciones. Acercándose cada vez más a la Iglesia católica, Agustín se define en este momento como catecúmeno: ahora le hace falta una esposa cristiana más que una concubina. La mujer que ha convivido con él durante años, vuelve a África. Todavía inquieto, Agustín devora textos de filosofía y se sumerge en la Sagrada Escritura. Es tentado por la experiencia de los pensadores griegos, atraído por el estilo de vida de los ascetas cristianos, pero no se decide. Un día de agosto del 386, desorientado y confuso, dejándose ir en un llanto roto y desesperado, siente una voz que dice: “¡Toma y lee!”. Lo considera una invitación a volverse hacia las Cartas de San Pablo, que reposan sobre una mesa y abrirlas. “Comportémonos honestamente, como a plena luz del día,: no como si estuviéramos en medio de orgías y borracheras, ni entre lujuria e impureza, ni tampoco en litigios y envidias. Revestíos del Señor Jesucristo y no os dejéis tomar por los deseos de la carne” (Rm 13, 13-14). Esta lectura lo fulgura. Decide cambiar de vida y dedicar todo su ser a Dios. Es bautizado por Ambrosio en la noche entre el 24 y el 25 de abril del 387 y ya deseando volver a África, parte de vuelta a Roma para embarcarse en Ostia. Aquí muere la madre Mónica.

La primera comunidad agustiniana y el ministerio episcopal

Es en Tagaste dónde Agustín funda su primera comunidad. Entre finales del 390 y el inicio del 391 se encuentra casualmente en Hipona, en la basílica dónde el obispo Valerio está hablando a sus fieles de la necesidad de un presbítero para su diócesis. Entre aclamaciones del pueblo, Agustín es presentado delante del prelado y ordenado sacerdote. Convencido de vivir entregado a Dios, estudiando y meditando las Escrituras, comprende que ha sido llamado para otra cosa. Es nombrado Obispo de Hipona, sucediendo a Valerio, y deja numerosos escritos en los que consigue conciliar fe y razón. Entre estos, El libre arbitrio, La Trinidad, La ciudad de Dios. Mención especial merecen Las confesiones, en las que Agustín se cuenta a sí mismo, dejando emerger de forma magistral su interioridad, la historia de su corazón.

Citaciones:

 

- Nos has hecho para ti Oh Señor, y nuestro corazón no descansa hasta que no reposa en ti. (Confesiones 1, 1, 1)


- No salgas fuera, entra en ti mismo: en el ser interior vive la verdad. (La verdadera religión 39, 72)


- Nadie puede atravesar el mar de este siglo, si no es llevado por la cruz de Cristo…no abandone la cruz y la cruz lo llevará. (Comentario al Evangelio de San Juan 2, 2)

 

Link:

 

http://w2.vatican.va/content/francesco/it/homilies/2013/documents/papa-francesco_20130828_capitolo-sant-agostino.html

http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/it/audiences/2008/documents/hf_ben-xvi_aud_20080109.html

http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/it/audiences/2008/documents/hf_ben-xvi_aud_20080116.html

http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/it/audiences/2008/documents/hf_ben-xvi_aud_20080130.html

http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/it/audiences/2008/documents/hf_ben-xvi_aud_20080220.html

http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/it/audiences/2008/documents/hf_ben-xvi_aud_20080227.html

http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/it/homilies/2007/documents/hf_ben-xvi_hom_20070422_vespri-pavia.html

Santo del 28 de agosto

De origen griego, Hermes llegó a Roma en el siglo III y se convirtió en ciudadano romano. Nombrado prefecto, se convirtió al cristianismo con su esposa, hijos, hermana y mil esclavos. Fue arrestado por orden de Trajano que envió a Aureliano a Roma y lo hizo martirizar por el tribuno Quirino.  
 

Oración del día:

 
"Ó s. Agustín, obispo de Hipona y doctor de la Iglesia, humilde siervo de Dios, que encontraste en la soledad y la oración la verdadera paz, intercede por nosotros ante el Señor. Ayúdanos a buscar la unidad y la fortaleza espiritual en medio de las tribulaciones, y guíanos con tu sabiduría hasta el corazón de la Santísima Trinidad. Amén."
 
Que en este día podamos reflexionar sobre la vida de s. Agustín, obispo de Hipona y doctor de la Iglesia y encontrar inspiración en su entrega total a Dios, especialmente en tiempos difíciles.
 

El Santo del Día: La Importancia de la Santidad Cotidiana

Cada día, la Iglesia Católica conmemora la vida de uno o más santos, recordando sus virtudes y su testimonio de fe. La tradición del "Santo del Día" nos permite conocer a quienes dedicaron su existencia a Dios, sirviendo con amor y devoción a la humanidad.
 

¿Quiénes son los santos?

Los santos fueron hombres y mujeres que, en su caminar por este mundo, se esforzaron por seguir fielmente las enseñanzas de Cristo. Algunos sufrieron el martirio por su fe, mientras que otros dedicaron sus vidas a la oración, la caridad y la evangelización. La Iglesia los reconoce como santos tras un proceso en el que se confirman sus virtudes y los milagros atribuidos a su intercesión.
 

La celebración del Santo del Día

Cada santo tiene un día especial de conmemoración, generalmente en la fecha de su fallecimiento, visto como el momento de su encuentro definitivo con Dios. Esta práctica nos invita a conocer más sobre sus vidas y a dejarnos inspirar por su testimonio de santidad.
 

Un propósito espiritual

Celebrar el Santo del Día no es solo un recordatorio histórico, sino también un llamado a la reflexión y a la oración. A través de su intercesión, podemos pedir fuerza y aliento para afrontar los desafíos diarios con más fe y esperanza.
 
Conocer la vida de los santos y celebrar su legado es una manera hermosa de fortalecer nuestra fe y encontrar modelos concretos de vida cristiana. Cada uno de ellos nos deja una enseñanza sobre perseverancia, amor al prójimo y entrega total a Dios. Que sus historias nos animen a vivir con más devoción y propósito, siguiendo el camino de Cristo en nuestro día a día.
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