Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino

s. Antonio de Padua, sacerdote franciscano y doctor de la Iglesia

s. Antonio de Padua, sacerdote franciscano y doctor de la Iglesia - Santo del día 13 de junio

Santo del 13 de junio

Predicador y confesor incansable, San Antonio conjuga la vida apostólica y periodos de retiro en soledad, como amor hacia el prójimo y hacia Dios. Su memoria se celebra el 13 de junio. Suele ser representado con un lirio en la mano y en los brazos, el Niño Jesús.  
s. Antonio de Padua, sacerdote franciscano y doctor de la Iglesia

Su nombre de bautismo es Fernando. Portugués, de Lisboa, nace en una familia noble en 1195, se supone que el 15 de agosto. Tiene 15 años cuando entra en la Orden de los Canónigos Regulares de San Agustín. Se prepara para el sacerdocio en Coimbra (Portugal), en el Monasterio de Santa Cruz. Es ordenado a la edad de 24 años, y dirigido hacia la carrera de teólogo y filósofo. Pero desea una vida religiosa más severa. La convulsión estalla cuando llegan a la iglesia de la Santa Cruz, los restos de cinco misioneros franciscanos torturados y asesinados en Marruecos

De la regla agustiniana a la regla franciscana

Fernando decide dejar a los canónigos agustinos, y seguir las huellas de Francisco de Asís, y elige llamarse Antonio, para imitar al santo anacoreta egipcio. Madura una llamada fuerte a la misión, y con este ideal parte inmediatamente para Marruecos.  Pero contrae una enfermedad y se ve obligado a un reposo forzado. No puede predicar. No le queda otra que volver a Lisboa, pero una tempestad lleva la nave en que está embarcado hasta las costas de Sicilia. Antonio se cura, y en 1221 llega a Asís, donde Francisco ha convocado a todos sus hermanos. Esta es la ocasión para conocerlo en persona. Es un encuentro sencillo; Antonio fortalece su elección de seguir a Cristo en la fraternidad y “pequeñez” franciscana y es enviado a Romaña, al retiro de Montepaolo. Aquí, se dedica sobre todo a la oración, a la meditación, a la penitencia y a trabajos humildes.

Antonio predicador

En septiembre de 1222, Antonio es enviado a predicar a Forlì, aquí se revela su talento. De sus palabras emergen, la profunda cultura bíblica y la sencillez en la expresión. En La Assidua, la primera biografía de San Antonio, se cuenta: “su lengua, movida por el Espíritu Santo, se puso a razonar sobre muchos argumentos, con ponderación, en manera clara y concisa”.  Desde ese momento, Antonio comienza a recorrer el norte de la península itálica, y el sur de Francia, predicando el Evangelio a gentes y pueblos generalmente confundidos por las herejías del tiempo, sin ahorrarse palabras de corrección contra la decadencia moral de algunos exponentes de la Iglesia. El año después, en Bolonia, será maestro de teología para los frailes en formación;  es el proprio Francisco quien le hace este encargo, en una carta que lo autoriza, recomendándole que no descuide la oración.

La elección de Padua

Por los talentos que muestra, puestos al servicio del Reino de Dios, Antonio, a la edad de 32 años, es nombrado superior de la fraternidad franciscana del norte de Italia. En este cargo, no escatima sus visitas a los numerosos conventos bajo su jurisdicción y abre nuevos conventos. Mientras continúa predicando y arrastrando grandes multitudes, pasa muchas horas en el confesionario y se reserva momentos para retirarse en soledad. Elige vivir en Padua, en la pequeña comunidad franciscana de la Iglesia de Santa María Mater Domini, y a pesar de ausentarse por períodos breves, establece con la ciudad un fuerte ligamen, prodigándose en  favor de los pobres y contra las injusticias. Será en Padua donde escriba los Sermones, un tratado para formar a los hermanos en la predicación del Evangelio y en la enseñanza de los sacramentos, sobre todo la Penitencia y la Eucaristía. Su sermón de la Cuaresma de 1231 es considerado su testamento espiritual, en el que se debe incluir su amorosa dedicación por horas y horas a la Confesión.  Celebrada la Pascua, Antonio, que ya tiene problemas de salud y está bastante deteriorado por las fatigas, consiente retirarse por un período de convalecencia, con otros hermanos, y acepta la invitación a un retiro y meditación, en Camposampiero, a pocos kilómetros de Padua. Pide que le sea adaptado un pequeño refugio sobre un gran nogal, para pasar las jornadas en contemplación y dialogando con la gente sencilla del lugar, volviendo al retiro al anochecer. Es aquí donde tiene la visión del Niño Jesús. El 13 de junio, le sobreviene un malestar; comprende que su hora ha llegado y pide que le lleven a morir a Padua. Es transportado en un carro de bueyes, pero llegando a Arcella, pequeña aldea cerca de la ciudad, expira murmurando: “veo a mi Señor”. En deuda con San Agustín en el pensamiento, Antonio conjuga de forma original, mente y corazón, búsqueda de la especulación y ejercicio de la virtud, estudio y oración. Doctor de la Iglesia, en Padua le llaman simplemente “el Santo”.

 

Oración del día:

 
"Ó s. Antonio de Padua, sacerdote franciscano y doctor de la Iglesia, humilde siervo de Dios, que encontraste en la soledad y la oración la verdadera paz, intercede por nosotros ante el Señor. Ayúdanos a buscar la unidad y la fortaleza espiritual en medio de las tribulaciones, y guíanos con tu sabiduría hasta el corazón de la Santísima Trinidad. Amén."
 
Que en este día podamos reflexionar sobre la vida de s. Antonio de Padua, sacerdote franciscano y doctor de la Iglesia y encontrar inspiración en su entrega total a Dios, especialmente en tiempos difíciles.
 

El Santo del Día: La Importancia de la Santidad Cotidiana

Cada día, la Iglesia Católica conmemora la vida de uno o más santos, recordando sus virtudes y su testimonio de fe. La tradición del "Santo del Día" nos permite conocer a quienes dedicaron su existencia a Dios, sirviendo con amor y devoción a la humanidad.
 

¿Quiénes son los santos?

Los santos fueron hombres y mujeres que, en su caminar por este mundo, se esforzaron por seguir fielmente las enseñanzas de Cristo. Algunos sufrieron el martirio por su fe, mientras que otros dedicaron sus vidas a la oración, la caridad y la evangelización. La Iglesia los reconoce como santos tras un proceso en el que se confirman sus virtudes y los milagros atribuidos a su intercesión.
 

La celebración del Santo del Día

Cada santo tiene un día especial de conmemoración, generalmente en la fecha de su fallecimiento, visto como el momento de su encuentro definitivo con Dios. Esta práctica nos invita a conocer más sobre sus vidas y a dejarnos inspirar por su testimonio de santidad.
 

Un propósito espiritual

Celebrar el Santo del Día no es solo un recordatorio histórico, sino también un llamado a la reflexión y a la oración. A través de su intercesión, podemos pedir fuerza y aliento para afrontar los desafíos diarios con más fe y esperanza.
 
Conocer la vida de los santos y celebrar su legado es una manera hermosa de fortalecer nuestra fe y encontrar modelos concretos de vida cristiana. Cada uno de ellos nos deja una enseñanza sobre perseverancia, amor al prójimo y entrega total a Dios. Que sus historias nos animen a vivir con más devoción y propósito, siguiendo el camino de Cristo en nuestro día a día.
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