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s. Cirilo, obispo de Jerusalén y doctor de la Iglesia

s. Cirilo, obispo de Jerusalén y doctor de la Iglesia - Santo del día 18 de marzo

Santo del 18 de marzo

Obispo de Jerusalén en los años turbulentos de la Iglesia en el siglo IV, s. Cirilo fue un Doctor de la Iglesia que sufrió tres veces el exilio por su vigorosa defensa de la fe en la prexistencia di Cristo frente a la herejía arriana que la negaba. Es famoso por sus 24 catequesis a los catecúmenos.  
s. Cirilo, obispo de Jerusalén y doctor de la Iglesia

Aunque el fiel testimonio de Cirilo de Jerusalén se remonta a los primeros siglos del cristianismo, sus claras y penetrantes palabras siguen siendo muy relevantes hasta el día de hoy. Proclamado Doctor de la Iglesia en 1882 por León XIII, sus escritos fueron citados en dos importantes constituciones dogmáticas del Concilio Vaticano II: Lumen Gentium, sobre la Iglesia, y Dei Verbum, sobre la Revelación Divina. La necesidad de la formación doctrinal del pueblo para conducirlo a la verdad fue la guía constante de la acción y del trabajo pastoral de este santo.

Las catequesis sobre la iniciación cristiana

Probablemente nació en Jerusalén en 315, al comienzo de la era Constantiniana, cuando las comunidades cristianas dejaron de ser clandestinas y la fe en Jesucristo, por orden imperial, se convirtió en la religión oficial. Recibió su fe de sus padres. Desde muy joven practicó el ascetismo, viviendo la pobreza y el celibato. A los treinta años fue ordenado sacerdote y se dedicó inmediatamente a la preparación de los catecúmenos para recibir el sacramento del bautismo. Durante estos años, comenzó sus famosas 24 catequesis, dentro de las cuales vertió su excelente formación literaria centrada en el amor y en el estudio de la Biblia. El rigor doctrinal combinado con una habilidad innata para transmitir difíciles conceptos metafísicos a través de un lenguaje simple y evocador no pasó desapercibido, tanto fue así que alrededor del año 348 fue consagrado obispo de Jerusalén, sucediendo a Máximo.

La lucha contra las herejías

Como obispo, Cirilo se distinguió inmediatamente por su actitud pacífica y su capacidad de mediación, virtudes que, sin embargo, no disminuyeron su firme acción contra la división de la comunidad, las herejías y las malas costumbres. Defendió la pureza de la fe, fomentando la renovación espiritual. La Iglesia en ese momento estaba de hecho atravesada por doctrinas heterodoxas y heréticas y había fuertes contrastes teológicos con los arrianos. Aunque Cirilo ha sido recordado por algunos como partidario de las tesis arrianas, en sus tiempos de juventud, en su edad adulta, en cambio, adhirió resueltamente al Símbolo de Nicea, (el Credo de Nicea), proclamado por el primer Concilio Ecuménico del 325, que definió la preexistencia de Cristo poniendo fin a la disputa cristológica sostenida por los arrianos.

El contraste con los arrianos y los tres exilios

Su resuelta toma de posición le produjo la enemistad de los arrianos que, al afirmar que Jesucristo había sido creado, de hecho, negaban su divinidad igual a la divinidad del Padre; y afirmando la inferioridad de Jesucristo tampoco podían aceptar la consubstancialidad del Padre y de Jesucristo, que Cirilo defendía con firmeza. Por ello fue destituido en el año 357 por el mismo obispo que lo había consagrado nueve años antes, Acayo de Cesarea de Palestina, quien, acusando a Cirilo de errores doctrinales, exigió que la Sede de Jerusalén se sometiera a la de Cesarea. Después de un sínodo episcopal, en 359 Cirilo fue rehabilitado pero fue expulsado por segunda vez debido a la presión de Acayo sobre el emperador pro-arriano Constancio. A la muerte del soberano, el prelado de Jerusalén volvió a su cargo, pero sólo por poco tiempo: el emperador Valente también le fue hostil y lo condenó al exilio del 367 al 378.

"Portadores de Cristo"

Al final de este largo período el obispo, gracias al favor de Teodosio, pudo volver de forma definitiva y permanente a la cátedra de Jerusalén y en el año 381 participó en el Segundo Concilio Ecuménico de Constantinopla donde firmó el Símbolo o Credo Niceno-Constantinopolitano. El cristiano es, según Cirilo, "Cristoforo" o "portador de Cristo" y el catequista debe hacer eco con su voz a la Palabra de Dios: esta es la misión que el Santo Obispo de Jerusalén llevó a cabo y sigue llevando a cabo hoy, mostrando a la comunidad eclesial la belleza de los sacramentos y defendiendo los fundamentos de la fe en la persona divina de Jesucristo: de la misma sustancia del Padre, generado pero no creado y consustancial al Padre.

Santo del 18 de marzo

Uno de los hombres más cultos de su tiempo. Guiado por su tío homónimo, el futuro Papa Alejandro II, Anselmo fue obispo de Lucca en 1074. Rechazó los dones de Enrique IV, vivió un espíritu monástico y renovó la vida espiritual. Murió en 1086 en Mantua. Muy venerado, fue canonizado al año siguiente.  
 

Oración del día:

 
"Ó s. Cirilo, obispo de Jerusalén y doctor de la Iglesia, humilde siervo de Dios, que encontraste en la soledad y la oración la verdadera paz, intercede por nosotros ante el Señor. Ayúdanos a buscar la unidad y la fortaleza espiritual en medio de las tribulaciones, y guíanos con tu sabiduría hasta el corazón de la Santísima Trinidad. Amén."
 
Que en este día podamos reflexionar sobre la vida de s. Cirilo, obispo de Jerusalén y doctor de la Iglesia y encontrar inspiración en su entrega total a Dios, especialmente en tiempos difíciles.
 

El Santo del Día: La Importancia de la Santidad Cotidiana

Cada día, la Iglesia Católica conmemora la vida de uno o más santos, recordando sus virtudes y su testimonio de fe. La tradición del "Santo del Día" nos permite conocer a quienes dedicaron su existencia a Dios, sirviendo con amor y devoción a la humanidad.
 

¿Quiénes son los santos?

Los santos fueron hombres y mujeres que, en su caminar por este mundo, se esforzaron por seguir fielmente las enseñanzas de Cristo. Algunos sufrieron el martirio por su fe, mientras que otros dedicaron sus vidas a la oración, la caridad y la evangelización. La Iglesia los reconoce como santos tras un proceso en el que se confirman sus virtudes y los milagros atribuidos a su intercesión.
 

La celebración del Santo del Día

Cada santo tiene un día especial de conmemoración, generalmente en la fecha de su fallecimiento, visto como el momento de su encuentro definitivo con Dios. Esta práctica nos invita a conocer más sobre sus vidas y a dejarnos inspirar por su testimonio de santidad.
 

Un propósito espiritual

Celebrar el Santo del Día no es solo un recordatorio histórico, sino también un llamado a la reflexión y a la oración. A través de su intercesión, podemos pedir fuerza y aliento para afrontar los desafíos diarios con más fe y esperanza.
 
Conocer la vida de los santos y celebrar su legado es una manera hermosa de fortalecer nuestra fe y encontrar modelos concretos de vida cristiana. Cada uno de ellos nos deja una enseñanza sobre perseverancia, amor al prójimo y entrega total a Dios. Que sus historias nos animen a vivir con más devoción y propósito, siguiendo el camino de Cristo en nuestro día a día.
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