Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino

Lecturas de Misa del viernes, 25 de abril de 2025: Viernes en la Octava de Pascua

📖✨ El Evangelio de Hoy 🙏🌟

Un Encuentro Diario con Dios 

 

Cada día es una nueva oportunidad para abrir nuestro corazón a la Palabra de Dios. El Evangelio de hoy no es solo un conjunto de versículos, sino un mensaje vivo que nos habla en lo profundo del alma, guiándonos en nuestro caminar diario. 

En medio del ajetreo y las preocupaciones de la vida, la lectura del Evangelio nos brinda un momento de paz, una pausa para reflexionar sobre lo que realmente importa. Es una luz en nuestro sendero, un recordatorio de que no estamos solos y de que Dios nos acompaña en cada paso que damos. 

Cuando meditamos en las enseñanzas de Jesús, descubrimos respuestas a nuestras inquietudes, fuerza para nuestras debilidades y amor para nuestro corazón. Sus palabras nos desafían a ser mejores, a vivir con fe, esperanza y caridad. Nos invitan a confiar en la Providencia divina y a encontrar en cada situación una oportunidad para amar y servir.

El Evangelio de hoy también es un llamado a la oración. Al escuchar la voz de Dios, podemos responderle con nuestras palabras, con nuestro silencio y con nuestras acciones. Es un diálogo constante, una relación que crece día a día. 

Que cada lectura del Evangelio nos ayude a transformar nuestro corazón y nos inspire a llevar la luz de Cristo a quienes nos rodean. Que podamos vivir con la certeza de que, sin importar las dificultades, Dios nos sostiene con Su amor infinito. 

Hoy es un día perfecto para dejarse iluminar por Su Palabra. ¡Que el Evangelio de hoy sea una bendición para ti y para todos aquellos que lo escuchan con un corazón abierto! ✝️✨📖

 

Calendario Litúrgico

Hoy: Viernes en la Octava de Pascua

Lecturas y Evangelio de hoy

Primera lectura: Hechos 4,1-12
Salmo Responsorial: Salmo 117, 1-2 y 4. 22-24. 25-27a
Secuencia -- opcional: Victimae paschali laudes
Aclamación antes del Evangelio: Salmo 117, 24
Evangelio: Juan 21, 1-14

Color litúrgico: Blanco

Lecturas de Misa del viernes, 25 de abril de 2025: Viernes en la Octava de Pascua

Primera lectura

Hechos 4,1-12

En aquellos días, mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, se presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos, indignados porque los apóstoles enseñaban al pueblo y anunciaban la resurrección de los muertos por el poder de Jesús. Los aprehendieron, y como ya era tarde, los encerraron en la cárcel hasta el día siguiente. Pero ya muchos de los que habían escuchado sus palabras, unos cinco mil hombres, habían abrazado la fe.

Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, el sumo sacerdote Anás, Caifás, Juan, Alejandro y cuantos pertenecían a las familias de los sumos sacerdotes. Hicieron comparecer ante ellos a Pedro y a Juan y les preguntaron: “¿Con qué poder o en nombre de quién han hecho todo esto?”

Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: “Jefes del pueblo y ancianos, puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, para saber cómo fue curado, sépanlo ustedes y sépalo todo el pueblo de Israel: este hombre ha quedado sano en el nombre de Jesús de Nazaret, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos. Este mismo Jesús es la piedra que ustedes, los constructores, han desechado y que ahora es la piedra angular. Ningún otro puede salvarnos, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos”.

Salmo Responsorial

Salmo 117, 1-2 y 4. 22-24. 25-27a

R. (22) La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular. Aleluya.

Te damos gracias, Señor, porque eres bueno,
porque tu misericordia es eterna.
Diga la casa de Israel:
“Su misericordia es eterna”.
Digan los que temen al Señor:
“Su misericordia es eterna”. 
R. La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular. Aleluya.

La piedra que desecharon los constructores,
es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor,
es un milagro patente.
Este es el día del triunfo del Señor:
día de júbilo y de gozo. 
R. La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular. Aleluya.

Libéranos, Señor, y danos tu victoria.
Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Que Dios desde su templo nos bendiga. 
Que el Señor, nuestro Dios, nos ilumine. 
R. La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular. Aleluya.

 

Secuencia -- opcional

Victimae paschali laudes

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado,
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la vida,
triunfante se levanta.

“¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?’’
“A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Vengan a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí verán los suyos
la gloria de la Pascua’’.

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
 

Aclamación antes del Evangelio

Salmo 117, 24

R. Aleluya, aleluya.
Éste es el día del triunfo del Señor,
día de júbilo y de gozo.
R. Aleluya.

Evangelio

Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “También nosotros vamos contigo”. Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada.

Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿han pescado algo?” Ellos contestaron: “No”. Entonces él les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces”. Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.

Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: “Es el Señor”. Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros.

Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar”. Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: “Vengan a almorzar”. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿Quién eres?’, porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado.

Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Reflexión

  • Los apóstoles y todos los discípulos, que estaban turbados por su muerte en la cruz y dudaban de su resurrección, fueron fortalecidos de tal modo por la evidencia de la verdad que, cuando el Señor subió al cielo, no sólo no experimentaron tristeza, sino que se llenaron de gran gozo (San León Magno)

  • El evangelista subraya que ‘ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor’. Y esto es importante para nosotros: vivir una relación intensa con Jesús, una intimidad de diálogo y de vida, de tal manera que lo reconozcamos como ‘el Señor’ (Francisco)

  • Con mucha frecuencia, en los Evangelios, hay personas que se dirigen a Jesús llamándole “Señor”. Este título expresa el respeto y la confianza de los que se acercan a Jesús y esperan de Él socorro y curación (…). En el encuentro con Jesús resucitado, se convierte en adoración: ‘Señor mío y Dios mío’ (Jn 20,28). Entonces toma una connotación de amor y de afecto que quedará como propio de la tradición cristiana: ‘¡Es el Señor!’ (Jn 21,7) (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 448)

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    Versículo del Día

    "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos." (Mateo 5,3)
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