Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino

s. Agustín, arzobispo de Canterbury

s. Agustín, arzobispo de Canterbury - Santo del día 27 de mayo

Santo del 27 de mayo

San Agustín, el santo y sabio abad benedictino que justamente fue llamado el Apóstol de Inglaterra, reevangelizó la Isla que sufría por la degeneración de las costumbres y por la invasión de los bárbaros. Murió en 604 y su tumba en Canterbury se convirtió inmediatamente en un lugar de peregrinación.  
s. Agustín, arzobispo de Canterbury

La penosa situación más allá del mar

El contexto de la Bretaña entre los siglos V y VI no era de los mejores. Al contrario. Anteriormente, los Bretones habían sido cristianizados por los misioneros peninsulares celtas que habían hecho un excelente trabajo pero luego, a la llegada de los Sajones, los Angli y los Juti, pueblos germánicos paganos que comenzaron a invadir este territorio en 596, los misioneros fueron expulsados. En ese ambiente paganizado, los Bretones, que se habían refugiado en las montañas de Gales, habían vuelto a caer en la idolatría. Sin embargo, el rey juto de Kent, Etelbert, que había logrado extender su influencia en Essex, Sussex y East Anglia - todas tierras subyugadas por los sajones - no era tan hostil al cristianismo - pues se casò con Berta, una princesa cristiana hija del rey de París. Incluso accedió a la petición de su esposa de construir una iglesia cristiana en Kent. El Papa San Gregorio Magno adviertió que esos duros tiempos requerían una nueva evangelización de estas tierras. Impresionado por la belleza y la mansedumbre de algunos esclavos anglos traídos a Roma, tanto que los comparó con los ángeles, concibió la idea de crear en Inglaterra una nueva Iglesia dependiente de Roma, como ya lo era la francesa, y de usar a Francia como trampolín.

El viaje comienza: la etapa francesa

Para llevar a cabo esta tarea, el Pontífice decidió dar ese encargo a un grupo de 40 monjes presidido por el benedictino Agustín, que en ese momento era prior del convento en el Celio de Roma. La valentía no era ciertamente su principal característica, sino la humildad y la docilidad: de hecho, inmediatamente dijo que sí. La expedición partió en 597 y se detuvo en Francia, en la isla de Lérins. Aquí el grupo de monjes, acogidos en los monasterios de la zona, escucharon las espantosas historias de todas las vilezas cometidas por la bárbara gente que iban a encontrar. Agustín tuvo mucho miedo y se devolvió inmediatamente a hablar con el Papa para rogarle que cambiara de posición. San Gregorio Magno no se dio por vencido: para animarlo lo nombró Abad y en cuanto volvió a la Galia lo consagró Arzobispo de Arles. Finalmente, el viaje se reanudó y los monjes desembarcaron en Inglaterra, en la isla de Thenet.

La evangelización de la Bretaña

Para acoger a la comunidad de monjes llegaron el Rey de Kent y su consorte cristiana, y los acompañaron hasta Canterbury, una ciudad a medio camino entre Londres y el mar, elegida como punto de partida de la nueva misión: llevar la Palabra de Dios a los Anglos. Al principio la resistencia del pueblo fue grande, así que Agustín eligió un camino más suave de evangelización, dispuesto a acoger algunas de las tradiciones paganas más arraigadas. Su estrategia será un éxito. En un año se bautizaron más de diez mil sajones, prácticamente todo el reino de Kent, incluido el rey (que algún día será un santo) y que apoyará abiertamente a Agustín. El Papa, para agradecer tal éxito, le envió el palio en 601 y lo nombró Metropolita de Inglaterra. Antes de morir, Agustín logró consagrar otros dos obispados además de Canterbury: Londres y Rochester, cuyos presbíteros eran Melito y Justo respectivamente. A su muerte en 604, fue sepultado en Canterbury, en la iglesia que ahora lleva su nombre y es venerada por católicos y anglicanos.

 

Oración del día:

 
"Ó s. Agustín, arzobispo de Canterbury, humilde siervo de Dios, que encontraste en la soledad y la oración la verdadera paz, intercede por nosotros ante el Señor. Ayúdanos a buscar la unidad y la fortaleza espiritual en medio de las tribulaciones, y guíanos con tu sabiduría hasta el corazón de la Santísima Trinidad. Amén."
 
Que en este día podamos reflexionar sobre la vida de s. Agustín, arzobispo de Canterbury y encontrar inspiración en su entrega total a Dios, especialmente en tiempos difíciles.
 

El Santo del Día: La Importancia de la Santidad Cotidiana

Cada día, la Iglesia Católica conmemora la vida de uno o más santos, recordando sus virtudes y su testimonio de fe. La tradición del "Santo del Día" nos permite conocer a quienes dedicaron su existencia a Dios, sirviendo con amor y devoción a la humanidad.
 

¿Quiénes son los santos?

Los santos fueron hombres y mujeres que, en su caminar por este mundo, se esforzaron por seguir fielmente las enseñanzas de Cristo. Algunos sufrieron el martirio por su fe, mientras que otros dedicaron sus vidas a la oración, la caridad y la evangelización. La Iglesia los reconoce como santos tras un proceso en el que se confirman sus virtudes y los milagros atribuidos a su intercesión.
 

La celebración del Santo del Día

Cada santo tiene un día especial de conmemoración, generalmente en la fecha de su fallecimiento, visto como el momento de su encuentro definitivo con Dios. Esta práctica nos invita a conocer más sobre sus vidas y a dejarnos inspirar por su testimonio de santidad.
 

Un propósito espiritual

Celebrar el Santo del Día no es solo un recordatorio histórico, sino también un llamado a la reflexión y a la oración. A través de su intercesión, podemos pedir fuerza y aliento para afrontar los desafíos diarios con más fe y esperanza.
 
Conocer la vida de los santos y celebrar su legado es una manera hermosa de fortalecer nuestra fe y encontrar modelos concretos de vida cristiana. Cada uno de ellos nos deja una enseñanza sobre perseverancia, amor al prójimo y entrega total a Dios. Que sus historias nos animen a vivir con más devoción y propósito, siguiendo el camino de Cristo en nuestro día a día.
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