Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino

s. Charbel Makhluˉf, sacerdote

s. Charbel Makhluˉf, sacerdote - Santo del día 24 de julio

Santo del 24 de julio

Conocido como "el Padre Pío del Líbano", Chárbel Makhluf fue un monje maronita al que se le concedió permiso para vivir como ermitaño en 1875. Cerca de Dios, en silencio y en oración, se le atribuyeron muchos prodigios tras su muerte, especialmente curaciones milagrosas. Fue canonizado por Pablo VI.  
s. Charbel Makhluˉf, sacerdote

"Cada hombre es una llama, creada por nuestro Señor para iluminar al mundo. Todo hombre es una lámpara, que Dios ha hecho para que resplandezca y alumbre".

Youssef Antoun es hijo de campesinos y vive con sus cuatro hermanos en una aldea del Líbano. Su infancia termina temprano: a la edad de tres años muere su padre, pero su madre se vuelve a casar con un hombre piadoso que al final, según la costumbre oriental, llega a ser sacerdote. Para Youssef es una alegría escucharle, así como es una alegría hablar de los dos tíos ermitaños del Valle de los Santos. Para él son superhéroes y le gustaría seguir su ejemplo, pero no puede: tiene que ayudar a su familia, le dicen, y así a los diez años empieza a ser pastor, pero pasa todo su tiempo libre rezando en una gruta, ahora destino de peregrinación y llamada "la cueva del Santo". Hasta esa noche.

"¡Ven y sígueme!"

No era que Youssef no hubiera oído antes al Señor llamarlo a sí, sólo que no quería desobedecer la voluntad de la familia. Aquella noche, sin embargo, la voz del Señor era particularmente clara, insistente... y no puede soportarlo más: se levanta, y sin saludar a nadie, antes de que amaneciese ya estaba en viaje hacia el monasterio de Nuestra Señora de Mayfouq. Era el 1851 y tenía 23 años. En pocos meses se convierte en monje de la Orden Maronita Libanesa y cambia su nombre a Chárbel, que en sirio significa "la historia de Dios". Fue trasladado un par de veces, estudió teología asiduamente y se ocupó de los pobres y los enfermos, en obediencia a las misiones que le fueron confiadas con el paso del tiempo, incluyendo el trabajo en el campo. Pero son la oración y la contemplación, las actividades que él prefiere.

De la gruta de la infancia a la ermita de la vejez

En 1875 el padre Chárbel se sintió preparado para vivir según la Regla de los Ermitaños de la Orden Maronita, que prevé que los monjes se dividan en pequeñas comunidades de máximo tres personas. Para él fue como un segundo nacimiento: podía trabajar, orar, observar la penitencia, el ayuno y el silencio. Los testimonios relatan de un monje celoso, a menudo sorprendido rezando con los brazos abiertos, en una celda muy pobre, que sale sólo para celebrar la Misa o cuando se le ordena expresamente. Hasta ese día, en Navidad. Fue precisamente durante la Misa que Chárbel se siente mal, en el momento de la elevación. Tras una agonía de ocho días en la que los otros monjes lo escucharon rezar y en la que siguió observando la Regla – rechazando, por ejemplo, la comida más nutritiva – murió. Estamos en 1898.

Su muerte: una semilla que da mucho fruto

Pero la muerte, como sabemos, no es el fin. Después de unos meses empiezan a ocurrir prodigios. Muchos monjes juran ver la tumba del fraile Chárbel, de noche, iluminada por una luz antinatural, por lo que un día es abierta y su cuerpo se encuentra intacto, con la temperatura corporal de un ser vivo. Y esto sucederá dos veces más, cuando se abra de nuevo porque el cuerpo exuda una mezcla de sangre y agua. Durante el último reconocimiento, en 1950, su rostro fue impreso en un paño y hubo muchas curaciones instantáneas entre los presentes. La fama de santidad de este pequeño monje silencioso que comienza a ser invocado se difunde y, por su intercesión, se multiplican las curaciones milagrosas. La Iglesia ya no tenía dudas: fue Pablo VI quien lo beatificó y luego lo canonizó. Lo recuerda así: "Él puede hacernos comprender, en un mundo fascinado por la comodidad y la riqueza, el gran valor de la pobreza, la penitencia, el ascetismo, para liberar el alma en su ascensión a Dios". Después de la beatificación, el cuerpo del padre Chárbel ya no exudó.

Santo del 24 de julio

S. Cristina, virgen y mártir
Como muchas mártires de los primeros siglos Cristina es una joven que por amistad con Cristo encuentra enemigos en su familia. Su padre la somete a crueldades para que abjure su fe, sin éxito. Lo mismo harán otros hasta que dos flechas se cobrarán su vida. Se la recuerda de modo especial en Bolsena.  
 

Oración del día:

 
"Ó s. Charbel Makhluˉf, sacerdote, humilde siervo de Dios, que encontraste en la soledad y la oración la verdadera paz, intercede por nosotros ante el Señor. Ayúdanos a buscar la unidad y la fortaleza espiritual en medio de las tribulaciones, y guíanos con tu sabiduría hasta el corazón de la Santísima Trinidad. Amén."
 
Que en este día podamos reflexionar sobre la vida de s. Charbel Makhluˉf, sacerdote y encontrar inspiración en su entrega total a Dios, especialmente en tiempos difíciles.
 

El Santo del Día: La Importancia de la Santidad Cotidiana

Cada día, la Iglesia Católica conmemora la vida de uno o más santos, recordando sus virtudes y su testimonio de fe. La tradición del "Santo del Día" nos permite conocer a quienes dedicaron su existencia a Dios, sirviendo con amor y devoción a la humanidad.
 

¿Quiénes son los santos?

Los santos fueron hombres y mujeres que, en su caminar por este mundo, se esforzaron por seguir fielmente las enseñanzas de Cristo. Algunos sufrieron el martirio por su fe, mientras que otros dedicaron sus vidas a la oración, la caridad y la evangelización. La Iglesia los reconoce como santos tras un proceso en el que se confirman sus virtudes y los milagros atribuidos a su intercesión.
 

La celebración del Santo del Día

Cada santo tiene un día especial de conmemoración, generalmente en la fecha de su fallecimiento, visto como el momento de su encuentro definitivo con Dios. Esta práctica nos invita a conocer más sobre sus vidas y a dejarnos inspirar por su testimonio de santidad.
 

Un propósito espiritual

Celebrar el Santo del Día no es solo un recordatorio histórico, sino también un llamado a la reflexión y a la oración. A través de su intercesión, podemos pedir fuerza y aliento para afrontar los desafíos diarios con más fe y esperanza.
 
Conocer la vida de los santos y celebrar su legado es una manera hermosa de fortalecer nuestra fe y encontrar modelos concretos de vida cristiana. Cada uno de ellos nos deja una enseñanza sobre perseverancia, amor al prójimo y entrega total a Dios. Que sus historias nos animen a vivir con más devoción y propósito, siguiendo el camino de Cristo en nuestro día a día.
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