Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino

s. Clara da Montefalco, abadesa agustina

s. Clara da Montefalco, abadesa agustina - Santo del día 17 de agosto

Santo del 17 de agosto

“La vida del alma es el amor de Dios” decía Santa Clara de Montefalco, que a los seis años se sumergió en este amor en el reclusorio dirigido por su hermana. Abadesa, se distingue por su sabiduría. Su espiritualidad está centrada en la Pasión de Cristo. Muere el 17 de agosto de 1308.  
s. Clara da Montefalco, abadesa agustina

Clara nace en Umbría, en Montefalco, en el 1268 y a los cuatro años manifiesta ya una profunda inclinación hacia la oración y la contemplación. Segundogénita de Damiano y Giacoma, tiene sólo seis años cuando decide seguir las huellas de su hermana Giovanna y retirarse a vivir en oración y penitencia en un reclusorio construido por el padre en un terreno de propiedad de la familia. Clara se sumerge totalmente en el estilo de vida de la ermita y oraciones, penitencias, sacrificios y mortificaciones se vuelven para ella el camino para conformarse con la Pasión de Cristo. Después del ingreso de Clara, creciendo el número de las postulantes, Giovanna, superiora de la pequeña casa, decide de dar vida a una ermita más grande. La sostiene aun el padre y en 1290 obtiene del obispo de Spoleto, Gerado Artesino, el permiso para erigirla a monasterio. Es llamado “Monasterio de la Cruz” y a las religiosas se les asigna la observación de la Regla de san Agustín. El año siguiente Giovanna muere y le sucede Clara, a los veintitrés años.

Abadesa sabia y defensor fidei

Clara acepta a regañadientes el encargo, reteniéndose indigna, y en cambio una vez como abadesa da un nuevo impulso a la comunidad religiosa: organiza mejor la vida común, impone a todas las hermanas el trabajo manual, pero deja amplia libertad a las más inclines a la oración, cuida de todas amorosamente instruyéndolas, corrigiéndolas y prestando atención a las necesidades de cada una.
Emerge así como mujer de iluminada firmeza. A sus rejas se acercaban pobres y necesitados, a quienes siempre donaba algo de comer o alguna palabra de consuelo, y para los hombres sabios, sacerdotes y el alto clero se convierte en sabia consejera, capaz, como es, de leer en el corazón de los demás y de prever los eventos. Todo eso no obstante una dura prueba de aridez espiritual que la acompaña por 11 años. Antes de la muerte de la hermana experimenta de hecho un estado interior de desierto y el silencio de Dios. Sufrirá de ello hasta el 1299.

"Tengo a Jesús dentro de mi corazón"

En el inicio del año 1294, en el jardín del monasterio, se le aparece Cristo, peregrino y sufriente con la cruz, que se dirige a ella con las palabras: “Yo busco un lugar fuerte, en el que pueda plantar la cruz, y aquí encuentro el lugar adapto para plantarla”. Es el corazón de Clara, que desde entonces repetirá a menudo: “Tengo a Jesús dentro de mi corazón”. La tradición narra que Cristo viandante le habría donado su propio bastón y que, habiéndolo plantado, naciera un árbol, aun hoy florido.

Es el Melia Azedarach, originario del Himalaya o “árbol de Santa Clara”, cuyas bayas leñosas, desde hace siglos, son utilizadas para realizar rosarios. En los inicios del 1300, Clara se enferma y en julio de 1308 y se ve obligada a permanecer en cama. Transcurre los días absorta y en contemplación. Recomienda a las monjas que sean humildes, obedientes, pacientes, unidas en la caridad y se prepara al encuentro con Dios. El 17 de agosto pide ser llevada a la iglesia que había querido para el monasterio y allí exhala el último respiro. Tenía 40 años. Las hermanas deciden conservar su cuerpo y así se le extraen los órganos y con gran sorpresa en su corazón son descubiertos los signos de la Pasión de Cristo.

Berengario di Donadio, biógrafo de Clara, escribe: “Había…dentro el corazón… en forma de duros nervios de carne, por una parte la cruz, tres clavos, la esponja y el bastón; y por la otra la columna, el látigo… y la corona… En la vejiga de la hiel… había tres piedras redondas, iguales en todo.. que representaban verosímilmente la Trinidad”. La fama de santidad de Clara se difunde muy temprano y se documentan diversos milagros con su intercesión. Su cuerpo incorrupto y las reliquias están aún en Montefalco, en la iglesia nueva al lado del monasterio agustiniano. Recuerdan la historia espléndidos frescos de la Capilla de Santa Cruz, la primitiva capilla de la comunidad religiosa donde Clara transcurrió las últimas horas de su vida terrena.

Santo del 17 de agosto

s. Eusebio, papa y mártir
Papa durante pocos meses, desde abril del 309, se dedica a los lapsi, los que han abjurado de su fe a causa de las persecuciones pero piden la readmisión. Los guía Heráclito, que era contrario a las puniciones reparadoras. El contraste es apaciguado con la sangre de Majencio, Eusebio es exiliado.   
Jacinto nació en Silesia en 1183, nieto del obispo de Cracovia. En Roma conoció a santo Domingo y entró en la Orden de Predicadores con la tarea de evangelizar Polonia y todo el Este. Trabajó por la unión de las Iglesias de Oriente y Occidente hasta Kiev. Fue canonizado en 1594.  
 

Oración del día:

 
"Ó s. Clara da Montefalco, abadesa agustina, humilde siervo de Dios, que encontraste en la soledad y la oración la verdadera paz, intercede por nosotros ante el Señor. Ayúdanos a buscar la unidad y la fortaleza espiritual en medio de las tribulaciones, y guíanos con tu sabiduría hasta el corazón de la Santísima Trinidad. Amén."
 
Que en este día podamos reflexionar sobre la vida de s. Clara da Montefalco, abadesa agustina y encontrar inspiración en su entrega total a Dios, especialmente en tiempos difíciles.
 

El Santo del Día: La Importancia de la Santidad Cotidiana

Cada día, la Iglesia Católica conmemora la vida de uno o más santos, recordando sus virtudes y su testimonio de fe. La tradición del "Santo del Día" nos permite conocer a quienes dedicaron su existencia a Dios, sirviendo con amor y devoción a la humanidad.
 

¿Quiénes son los santos?

Los santos fueron hombres y mujeres que, en su caminar por este mundo, se esforzaron por seguir fielmente las enseñanzas de Cristo. Algunos sufrieron el martirio por su fe, mientras que otros dedicaron sus vidas a la oración, la caridad y la evangelización. La Iglesia los reconoce como santos tras un proceso en el que se confirman sus virtudes y los milagros atribuidos a su intercesión.
 

La celebración del Santo del Día

Cada santo tiene un día especial de conmemoración, generalmente en la fecha de su fallecimiento, visto como el momento de su encuentro definitivo con Dios. Esta práctica nos invita a conocer más sobre sus vidas y a dejarnos inspirar por su testimonio de santidad.
 

Un propósito espiritual

Celebrar el Santo del Día no es solo un recordatorio histórico, sino también un llamado a la reflexión y a la oración. A través de su intercesión, podemos pedir fuerza y aliento para afrontar los desafíos diarios con más fe y esperanza.
 
Conocer la vida de los santos y celebrar su legado es una manera hermosa de fortalecer nuestra fe y encontrar modelos concretos de vida cristiana. Cada uno de ellos nos deja una enseñanza sobre perseverancia, amor al prójimo y entrega total a Dios. Que sus historias nos animen a vivir con más devoción y propósito, siguiendo el camino de Cristo en nuestro día a día.
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