Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino

s. Francisca romana, fundadora de las Oblatas de Tor de’ Specchi

s. Francisca romana, fundadora de las Oblatas de Tor de’ Specchi - Santo del día 09 de marzo

Santo del 09 de marzo

Rica y noble, iluminó las calles más miserables de la Urbe. Francisca Romana (1384-1440): una de las Santas de la caridad más conocidas de la Iglesia. Una mujer anti convencional que elige el bien como finalidad de vida por amor a Cristo.  
s. Francisca romana, fundadora de las Oblatas de Tor de’ Specchi

Una túnica tosca, de color verde oscuro, camina entre las callejuelas de una Roma huérfana de su antigua majestad. Que pasa rápidamente entre los pedazos de muros casi derruidos que despuntan por aquí y allá como dientes podridos, a lo largo de calles donde una vez brillaba la gloria de iglesias y residencias y ahora, a inicios del Cuatrocientos, anida la miseria más fétida. La vestimenta pobre desentona con el garbo de quien la porta, una mujer de unos treinta años, hermosa sin ser llamativa, elegante sin ser distante. Porque de esto se trata: de una noble romana, mujer de Lorenzo, joven de una prestigiosa familia. La mujer se llama Francisca Bussa in Ponziani y su “original” comportamiento suscita el escándalo de los señores y la habladuría feroz de las matronas, marcada como traidora del propio rango.

 

La Residencia de los pobres

 

Sí, porque, despreocupada por las habladurías, y con aquella gracia que conquista a todos, Francisca no solo ha transformado la residencia de Trastevere donde vive en una “central” de socorro para los pobres – también el pordiosero más miserable sabe que en la casa de los Ponziani encontrará un pedazo de pan y un vaso de vino, ropa decente, alguna moneda – llegando a extender personalmente la mano a la salida de las iglesias, o a tocar a las puertas de los nobles pares suyos para pedir limosna en lugar de quien se avergonzaba de hacerlo. Ante esta, su energía anti convencional, se rinden también sus familiares. Cuando por ejemplo su suegro, exasperado por los frecuentes “retiros” en favor de los mendigos, le quita las llaves de las despensas y vacía el granero de familia, algunos días después donde no había quedado nada, hay nuevamente quintales de excelente grano, sin que nadie lo haya vuelto a comprar.

 

La nobleza es otra cosa

 

Francisca es una mujer diversamente rica, diversamente noble. Rica, es más, desbordante de piedad, que se acuerda de cualquiera que haya sido olvidado, que trata a hombres y mujeres de la servidumbre como si fuesen sus hermanos y hermanas – lo testimoniarán ellos mismos. Y noble sin que un pedazo de seda o una joya subrayen esa condición (es más, ella las ha vendido todas para saciar y curar). Su alegría no tintinea en un cofre escondido, visible solo para pocos, sino que se encuentra en un corazón totalmente abierto a todos, día y noche, como el portón de su casa, porque a Jesús no se le despide con las manos vacías cuando viene a pedir vestido como un pobre.

 

“La Santa de Roma”

 

Francisca, convertida muy joven en esposa y madre, es muy afectuosa con el marido y con los tres hijos, dos de los cuales pierde prematuramente. Cuando era una muchacha soñaba con la consagración. Si bien el matrimonio es fruto de uno de aquellos clásicos acuerdos de la época entre familias bien posicionadas, encuentra en esa forma de vivir su rol sin ahogar el llamado al servicio, que le viene de una fe inervada por la oración y robustecida, como se usaba en aquel tiempo, por una serie de penitencias físicas. Han sido documentados asaltos demoníacos contra su persona, llenos de violencia y golpes, y también muchas señales y curaciones extraordinarias a la par de la caridad de “Ceccolella”, como es llamada por todas partes. En 1436, viuda, Francisca se retira al monasterio donde viven las “Oblatas de la Santísima Virgen” comunidad por ella fundada. Y cuando muere el 9 de marzo de 1440, durante tres días la gente se pone en fila para saludar conmovida a aquella que todos llamaban ya la “Santa de Roma”.

Santo del 09 de marzo

Por haberse convertido a la religión cristiana, cuarenta soldados de diferentes partes de Capadocia, fueron arrestados en el año 320 durante las persecuciones de Licinio. Dejados desnudos en el frío invernal de Sebaste, Armenia, prefirieron heróicamente morir congelados que apostatar de su fe.  
Catalina se educó en la Corte Estense pero pronto prefirió el monasterio de las Clarisas de Ferrara, dedicado al Corpus Domini. Para ella era un lugar de silencio, trabajo, oración y alegría. Fundó un monasterio igual en Bolonia, donde fue abadesa hasta su muerte, en olor de santidad, en 1463.  
 

Oración del día:

 
"Ó s. Francisca romana, fundadora de las Oblatas de Tor de’ Specchi, humilde siervo de Dios, que encontraste en la soledad y la oración la verdadera paz, intercede por nosotros ante el Señor. Ayúdanos a buscar la unidad y la fortaleza espiritual en medio de las tribulaciones, y guíanos con tu sabiduría hasta el corazón de la Santísima Trinidad. Amén."
 
Que en este día podamos reflexionar sobre la vida de s. Francisca romana, fundadora de las Oblatas de Tor de’ Specchi y encontrar inspiración en su entrega total a Dios, especialmente en tiempos difíciles.
 

El Santo del Día: La Importancia de la Santidad Cotidiana

Cada día, la Iglesia Católica conmemora la vida de uno o más santos, recordando sus virtudes y su testimonio de fe. La tradición del "Santo del Día" nos permite conocer a quienes dedicaron su existencia a Dios, sirviendo con amor y devoción a la humanidad.
 

¿Quiénes son los santos?

Los santos fueron hombres y mujeres que, en su caminar por este mundo, se esforzaron por seguir fielmente las enseñanzas de Cristo. Algunos sufrieron el martirio por su fe, mientras que otros dedicaron sus vidas a la oración, la caridad y la evangelización. La Iglesia los reconoce como santos tras un proceso en el que se confirman sus virtudes y los milagros atribuidos a su intercesión.
 

La celebración del Santo del Día

Cada santo tiene un día especial de conmemoración, generalmente en la fecha de su fallecimiento, visto como el momento de su encuentro definitivo con Dios. Esta práctica nos invita a conocer más sobre sus vidas y a dejarnos inspirar por su testimonio de santidad.
 

Un propósito espiritual

Celebrar el Santo del Día no es solo un recordatorio histórico, sino también un llamado a la reflexión y a la oración. A través de su intercesión, podemos pedir fuerza y aliento para afrontar los desafíos diarios con más fe y esperanza.
 
Conocer la vida de los santos y celebrar su legado es una manera hermosa de fortalecer nuestra fe y encontrar modelos concretos de vida cristiana. Cada uno de ellos nos deja una enseñanza sobre perseverancia, amor al prójimo y entrega total a Dios. Que sus historias nos animen a vivir con más devoción y propósito, siguiendo el camino de Cristo en nuestro día a día.
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