Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino

s. Jacinta Marescotti, virgen romana

s. Jacinta Marescotti, virgen romana - Santo del día 30 de enero

Santo del 30 de enero

Compatrona de Viterbo con S. Biagio, S. Jacinta Marescotti fue la caprichosa hija de un príncipe. Sufrió una injusta decepción amorosa y fue recluída por la fuerza en un convento. Allí conoció Cristo, su verdadero esposo y por su amor, cuidó luego con mucha paciencia a los ancianos y a los enfermos.  
s. Jacinta Marescotti, virgen romana

Cuando se es hermosa, rica, y además noble de nacimiento, se cree que sea posible obtenerlo todo. Clarice, la hija de los príncipes Marescotti de Vignanello, así lo pensaba: desde joven soñaba con una vida cómoda y un buen matrimonio, pero los planes de felicidad que el Señor tenía para ella tomarían otros rumbos. Clarice estaba segura de que habría podido realizar sus sueños pues había conocido al joven marqués Capizucchi y se había enamorado de él. En cambio, los padres de Clarice habían decidido que la esposa del marqués fuera Ortensia, la hermana menor de Clarice.

Un monasterio al puesto de un marido

La decepción de Clarice fue tan fuerte que decidió no perdonar a sus padres por haber preferido a su hermana y comenzó a hacerles la vida imposible. Para evitar esos problemas, el príncipe, la recluyó por la fuerza en el monasterio de San Bernardino, en Viterbo, donde había estudiado de niña y donde su otra hermana, Ginevra, ya se había convertido en monja. Clarice, por su cuenta, no aceptó la clausura estrecha pero tomó el nombre de Jacinta. Aceptó solo participar a la vida de oración de la comunidad, y por eso se hizo Terciaria franciscana para no someterse al claustro. Como no sentía la vocación a profesar los votos de obediencia y pobreza, profesó solo el voto de castidad. Por eso siguió vistiéndose con ropa fina, viviendo en un apartamento bien arreglado donde muchos amigos venían a visitarla y donde se hacía servir por dos novicias. Era noble y como tal quería seguir viviendo.

De adolescente frustrada a grande santa

A pesar del escándalo causado, Jacinta vivió así durante 15 años. Luego se enfermó gravemente. Y así comprendió su fragilidad. Fue en el sufrimiento de la enfermedad que el Señor la esperaba, paciente. "¡Oh Dios, te lo ruego, dale sentido a mi vida, dame esperanza, dame la salvación!" rezaba. Una vez curada, pidió perdón a las hermanas y se despojó de sus vanidades. Los siguientes 24 años de su vida fueron años de mayores privaciones y de una más intensa dedicación al prójimo, especialmente a los pobres y los enfermos. Gracias a la ayuda económica de sus amigos del pasado, pudo organizar desde el claustro la actividad de dos institutos caritativos: los Sacconi, (llamados así por el sayo que vestían los hermanos durante su servicio), enfermeros que ayudaban a los enfermos, y los Oblatos de María, que ofrecían consuelo a los ancianos y abandonados. Ella misma daba a los pobres todo lo que recibía y su ejemplo acercó a la fe incluso a muchos que antes se habían alejado.

La muerte en olor de santidad

Jacinta murió en 1640 y fue inmediatamente venerada como santa por el pueblo, especialmente por aquellas personas que habían vivido en manera disoluta o mundana, pero que gracias a los ejemplos de Jacinta, habían sido tocados por la gracia de la conversión. Se cuenta que durante sus funerales toda la gente quería llevarse un trozo de su hábito para conservarlo como una reliquia, y por eso sus restos tuvieron que ser revestidos por tres veces. Fue el Papa Pío VII quien la canonizó en 1807.

Santo del 30 de enero

Martina, hija de un noble romano, se convirtió al cristianismo y comenzó a distribuir sus bienes entre los pobres. Arrestada por los guardias del emperador Alejandro Severo, fue sometida en vano a varias torturas hasta que fue decapitada. Es venerada en Roma gracias a la devoción de Urbano VIII.  
 

Oración del día:

 
"Ó s. Jacinta Marescotti, virgen romana, humilde siervo de Dios, que encontraste en la soledad y la oración la verdadera paz, intercede por nosotros ante el Señor. Ayúdanos a buscar la unidad y la fortaleza espiritual en medio de las tribulaciones, y guíanos con tu sabiduría hasta el corazón de la Santísima Trinidad. Amén."
 
Que en este día podamos reflexionar sobre la vida de s. Jacinta Marescotti, virgen romana y encontrar inspiración en su entrega total a Dios, especialmente en tiempos difíciles.
 

El Santo del Día: La Importancia de la Santidad Cotidiana

Cada día, la Iglesia Católica conmemora la vida de uno o más santos, recordando sus virtudes y su testimonio de fe. La tradición del "Santo del Día" nos permite conocer a quienes dedicaron su existencia a Dios, sirviendo con amor y devoción a la humanidad.
 

¿Quiénes son los santos?

Los santos fueron hombres y mujeres que, en su caminar por este mundo, se esforzaron por seguir fielmente las enseñanzas de Cristo. Algunos sufrieron el martirio por su fe, mientras que otros dedicaron sus vidas a la oración, la caridad y la evangelización. La Iglesia los reconoce como santos tras un proceso en el que se confirman sus virtudes y los milagros atribuidos a su intercesión.
 

La celebración del Santo del Día

Cada santo tiene un día especial de conmemoración, generalmente en la fecha de su fallecimiento, visto como el momento de su encuentro definitivo con Dios. Esta práctica nos invita a conocer más sobre sus vidas y a dejarnos inspirar por su testimonio de santidad.
 

Un propósito espiritual

Celebrar el Santo del Día no es solo un recordatorio histórico, sino también un llamado a la reflexión y a la oración. A través de su intercesión, podemos pedir fuerza y aliento para afrontar los desafíos diarios con más fe y esperanza.
 
Conocer la vida de los santos y celebrar su legado es una manera hermosa de fortalecer nuestra fe y encontrar modelos concretos de vida cristiana. Cada uno de ellos nos deja una enseñanza sobre perseverancia, amor al prójimo y entrega total a Dios. Que sus historias nos animen a vivir con más devoción y propósito, siguiendo el camino de Cristo en nuestro día a día.
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