Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino

Santo del 31 de agosto

Santo del 31 de agosto | Celebrando a Vida dos Santos da Igreja

Conozca la Historia y la Devoción

 

El día 31 de agosto, la Iglesia Católica celebra la vida y el legado de santos y beatos que marcaron la historia de la fe con su ejemplo de amor a Dios y al prójimo. En esta fecha especial, recordamos su trayectoria, milagros y enseñanzas, que continúan inspirando a los fieles en todo el mundo.

Acompáñenos a conocer la historia del Santo del 31 de agosto, descubra sus virtudes y profundice en la espiritualidad cristiana a través de oraciones y reflexiones. ¡Que su testimonio de fe fortalezca nuestro camino diario!

s. Raymondo Nonato, cardenal, sacerdote mercedario
Catalàn, nacido vivo del cuerpo ya sin vida de su madre. Su apellido es en realidad un apodo, "no nacido". Alrededor de 1224 se hizo mercedario y se fue a Argelia. Allí fue encarcelado y torturado para que no pudiera predicar. Cuando regresó a España Gregorio IX lo creó cardenal. Murió en 1240.  
ss. José de Arimatea y Nicodemo, discípulos del Señor

"Después de estas cosas, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió permiso a Pilato para recoger el cuerpo de Jesús. Y Pilato concedió el permiso. Entonces él vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. Y Nicodemo, el que antes había venido a Jesús de noche, vino también, trayendo una mezcla de mirra y áloe como de cien libras. Entonces tomaron el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en telas de lino con las especias aromáticas, como es costumbre sepultar entre los judíos. En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual todavía no habían sepultado a nadie. Por tanto, a causa del día de la Preparación de la pascua de los judíos, como el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús". (Jn 19, 38-42).

Es en el Evangelio de Juan donde encontramos la reconstrucción más minuciosa de la deposición y sepultura de Jesús, lo cual es bastante inusual, ya que los cuerpos de los condenados generalmente eran dejados por los romanos en la cruz hasta que eran arrojados a una fosa común. Pero Jesús recibió un trato diferente, gracias a José, que usó su influencia para obtener el cuerpo y lo depuso en una tumba que había comprado para sí mismo. José tuvo que darse prisa porque pronto sería celebrada la Pascua judía, y los que hubieran estado en contacto con un cadáver, serían retenidos como impuros y no habrían podido celebrarla. Por lo tanto, se hizo ayudar de Nicodemo que trajo una gran cantidad de aceites perfumados.

José de Arimatea en los evangelios

José era un distinguido miembro del Sanedrín, un hombre influyente, al que todos conocían y estimaban en Jerusalén. (cf Lc 23, 50-51). Probablemente su ciudad de origen era Arimatea - identificada por algunos como el Rantis de hoy - y dado el uso judío de ser sepultado en su tierra natal, a algunos estudiosos les ha parecido extraño que hubiera preparado su lugar de sepultura en Jerusalén. En su evangelio, Juan señala que siendo un hombre muy en vista, siguió a Jesús "en secreto" por miedo a ser expulsado de la sinagoga por las autoridades religiosas. (cf Jn 19, 38) Paradójicamente, cuando fue a pedir a Pilatos el cuerpo de Cristo ya no fue tan discreto; usó toda su influencia para obtenerlo. (cf Mt 27, 58) José sabía del riesgo que corría: la simpatía por un hombre condenado a muerte podría haber sido fácilmente interpretada como complicidad y por lo tanto subsistía sempre el peligro de seguir el mismo triste destino del ajusticiado. Pero en este punto José tampoco temió manifestar abiertamente su amor por su Maestro y además de ofrecer su propia tumba para Jesús, también se proveyó de un fino lienzo para honrar sus restos. (cf Mc 15, 35-46) Después de estos eventos de la Pascua ya no se le menciona en ninguno de los evangelios canónicos, aparecerá sólo en algunos textos apócrifos, donde se narran imaginaciones muy fantásticas.

Nicodemo, un personaje emblemático del evangelio de Juan

Nicodemo era un fariseo, magistrado judío, que aparece sólo en el evangelio de Juan. (cf Jn 3,1) Lo encontramos por primera vez cuando Jesús predica en Jerusalén en ocasión de la Pascua. (cf Jn 2,23). Fascinado por su figura, Nicodemo busca Jesús por la noche para no ser visto y le dice "Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él" . (cf Jn 3,2). Jesús le responde que para ser parte del reino de Dios hay que renacer de nuevo de lo alto: "El que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios" (cf Jn 3,3). Fue así que Nicodemo comprendió que "era necesario nacer de nuevo del agua y del Espíritu" (cf Jn 3,5) y por eso, cuando Jesús fue encarcelado lo defendió con vigor ante el Sanedrìn, recordando a los fariseos que la justicia daba a los acusados el derecho a ser escuchados antes de ser juzgados: "¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?" (cf Jn 7,50). Por último, lo encontramos junto a José de Arimatea en el momento de la sepultura de Jesús. (cf Jn 19, 39 ss). Existen también varios textos apócrifos del siglo II que describen historietas sobre José de Arimatea; narraciones que, siendo fruto de la imaginación oriental y de las creencias populares, no son sino claras invenciones desprovistas de cualquier fundamento histórico y bíblico.

b. Alfredo Ildefonso Schuster, cardenal, arzobispo de Milano

"La gente parece ya no estar convencida por nuestra predicación, pero ante la santidad siguen creyendo, siguen arrodillándose y rezando. La gente parece vivir sin ser consciente de las realidades sobrenaturales, indiferente a los problemas de la salvación. Pero si pasa un santo auténtico, vivo o muerto, todos se apresuran a acoger su figura".

En esta especie de testamento espiritual dejado a los seminaristas cuando estaba a punto de morir, quedó plasmada la doctrina y la esencia de la santidad de Alfredo Ildefonso Schuster, un pastor del Pueblo de Dios que la Iglesia llamó para guiar la diócesis de Milán, y que nunca dejó de ser un monje en su corazón. Estas palabras se cumplieron puntualmente dos días después de haber sido pronunciadas: miles de personas rindieron honor al paso de un hombre verdaderamente santo, durante el cortejo fúnebre que acompañó sus restos mortales desde Venegono a Milán.

Un verdadero hijo de San Benito

Nacido en Roma, hijo del jefe de los zouaves papales, Ildefonso ayudaba de niño como monaguillo en las misas celebradas en un templo cercano al Vaticano. Huérfano de padre, entró como estudiante al colegio de San Pablo Extramuros donde fue instruido por el Beato Plácido Riccardi y Don Bonifacio Oslander. La oración, el estudio, el silencio y la ascesis propia de ese serio clima formativo, provocaron en Ildefonso el deseo de convertirse en monje benedictino en la misma abadía. Su vida monacal progresó velozmente y en pocos años se convirtió en maestro de novicios, prior de clausura y abad ordinario: estos fueron sus años de estudio, en los que sin quitarle tiempo y energía a sus obligaciones, también logró dedicarse al arte sacro, a la arqueología y a la historia monástica y litúrgica de la que era un gran admirador. Se graduó en filosofía en el Colegio de san Anselmo y obtuvo el doctorado en teología. Fue ordenado sacerdote en 1904 y se le confiaron inmediatamente las tareas más onerosas, como el rectorado del Pontificio Instituto Oriental y la misión de Visitador apostólico en Lombardía, Campania y Calabria. En 1926 también dirigió los ejercicios espirituales del entonces arzobispo Roncalli - el futuro Papa Juan XXIII - que celebró su funeral.

De monje a cardenal

En 1929 Pío XI lo eligió como Arzobispo de la arquidiócesis ambrosiana y lo creó cardenal: fue el primero en prestar el juramento de lealtad ante Víctor Manuel III, como estaba previsto en el nuevo Concordato que se acababa de firmar entre Italia y la Santa Sede. Milán lo recibió con los brazos abiertos, a pesar de los años difíciles que se avecinaban. Allí Ildefonso, inspirado por su más ilustre predecesor -San Carlos Borromeo-, fundó la Unión Diocesana de Religiosos y Laicos condecorados por la Sede Apostólica, que agrupaba destacadas personalidades laicas y religiosas que hubieran recibido alguna honorificencia pontificia. Fue un verdadero pastor siempre muy solícito y dedicado a los más pobres: durante 25 años visitó por cinco veces todas las parroquias del territorio, escribió cartas al pueblo y al clero en las que defendía la pureza de la fe y promulgaba sus prescripciones litúrgicas, promovía los sínodos diocesanos y los congresos eucarísticos y trabajaba en la construcción de nuevos seminarios como el de Venegono, donde murió. La gente lo sintió siempre muy cercano y le expresaba su sincero afecto: nadie, escuchándolo, se podía quedar indiferente a sus palabras, pero fue sobre todo con el ejemplo de la fe y de la caridad que Ildefonso transmitió la doctrina y la fe de la Iglesia.

El difícil papel de la Iglesia durante la guerra

En aquel periodo Italia era gobernada por el régimen fascista. Ildefonso, de buena fe, imaginó que sobre la base del concordato del 1929 entre el gobierno fascista y la Iglesia, la ideologìa fascista se habría podido transformar en una ideología evangelizadora, profunda y firmemente cristiana. Las apariencias lo engañaron y no fue así. Ildefonso se dio cuenta de esto ya muy tarde, en 1938, cuando fueron promulgadas en Italia las leyes raciales y antisemitas: en una homilía que pasó a la historia definió el racismo desenfrenado como "una herejía". En 1939 participó en el cónclave en el que el Cardenal Pacelli fue elegido Papa come Pío XII. Entonces estalló la guerra y sucesivamente, en 1945, a la caída de la República Socialista Italiana, Ildefonso propuso un encuentro y negociaciones entre los representantes de los partidos y Mussolini, pero éste prefirió huir. Cuando Mussolini y su gente fueron asesinados y expuestos en Piazzale Loreto, el arzobispo bendijo sus cuerpos, porque "hay que tener respeto por cualquier cadáver". Después de la guerra fue el primer presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y en 1954, ya muy extenuado, se retiró a Venegono donde murió el 31 de agosto. Fue beatificado por Juan Pablo II en 1996.

Calendario Litúrgico

31 de agosto: XXII Domingo Ordinario

Solemnity

Lecturas y Evangelio de hoy

Primera lectura : Eclesiástico (Sirácide) 3, 17-18. 20. 28-29
Salmo Responsorial: Salmo 67, 4-5ac. 6-7ab. 10-11
Segunda lectura: Hebreos 12, 18-19. 22-24a
Aclamación antes del Evangelio: Mateo 11, 29ab
Evangelio: Lucas 14, 1. 7-14

Color litúrgico: Green

Reflexión

  • Honor a ti, mi Señor Jesucristo, que, con todo tu glorioso cuerpo ensangrentado, fuiste condenado a muerte de cruz, cargaste sobre tus sagrados hombros el madero, fuiste llevado inhumanamente al lugar del suplicio (Santa Brígida)

  • Cristo ocupó el último puesto en el mundo —la cruz—, y precisamente con esta humildad radical nos ha redimido (Benedicto XVI)

  • (…) La envidia procede con frecuencia del orgullo; el bautizado ha de esforzarse por vivir en la humildad (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.540)

  • 📖 Evangelio de hoy
    🙏 Laudes
    📅 Calendario Litúrgico