Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino

s. Maximiliano M. Kolbe, sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales y mártir

s. Maximiliano M. Kolbe, sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales y mártir - Santo del día 14 de agosto

Santo del 14 de agosto

Nacido en Polonia en 1894, se hizo franciscano. Fundó la Milicia de la Inmaculada. Tras la invasión nazi del país es internado en el campo de concentración de Auschwitz, donde muere en el búnker de la muerte tras ofrecerse a cambio de un padre de familia.  
s. Maximiliano M. Kolbe, sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales y mártir

Los primeros años de vida

Maximiliano Kolbe nació el 7 de enero de 1894 en Zduńska-Wola, en una región polaca controlada por Rusia. El padre, un tejedor, y la madre, una partera, son cristianos fervientes: en el Bautismo eligen para él el nombre de Raymundo. Asiste a la escuela franciscana de Leópolis. En 1910 ingresó en la Orden de los Frailes Menores Conventuales, tomando el nombre de Maximiliano. Enviado primero a Cracovia y luego a Roma, permaneció allí durante seis años, graduándose en filosofía en la Universidad Gregoriana y en teología en el Colegio Seráfico. Fue ordenado sacerdote el 28 de abril de 1918.

La Milicia de la Inmaculada

En Roma, mientras jugaba al balón en campo abierto, empezó a perder sangre de la boca: tenía tuberculosis. La enfermedad la acompañará por el resto de su vida. Con el permiso de sus superiores, fundó la “Milicia de la Inmaculada”, una asociación religiosa para la conversión de todos los hombres a través de María. De regreso a Polonia, en Cracovia, aunque se graduó con todas las calificaciones, debido a su mala salud no puedo enseñar ni predicar, ya que no podía hablar mucho tiempo. Siempre con el permiso de sus superiores, se dedicó a la promoción de la “Milicia de la Inmaculada”, reuniendo a numerosos miembros entre los religiosos de su Orden, profesores y estudiantes de la Universidad, profesionales y campesinos.

El éxito de la revista “El Caballero de la Inmaculada”

Durante la Navidad de 1921, el Padre Kolbe fundó en Cracovia un periódico de pocas páginas, “El Caballero de la Inmaculada”, para difundir el espíritu de la “Milicia”. Trasladado a Grodno, a 600 kilómetros de Cracovia, creó una pequeña imprenta para imprimir el periódico, con máquinas viejas: con esta iniciativa consiguió atraer a muchos jóvenes, deseosos de compartir un estilo de vida franciscano inspirado en María. El periódico se difunde cada vez más. En Varsovia, gracias a la donación de tierras del conde Lubecki, fundó “Niepokalanów”, la “Ciudad de María”. El centro se desarrolló rápidamente: desde las primeras cabañas se pasó a los edificios, la antigua imprenta fue reemplazada por nuevas técnicas de composición e impresión. El “Caballero de la Inmaculada” pronto alcanzó una circulación de millones de ejemplares, mientras que se crearon otros siete periódicos.

La Ciudad de María en Polonia y en Japón

Con el ardiente deseo de expandir su Movimiento Mariano más allá de las fronteras polacas, Kolbe se fue a Japón, donde fundó la “Ciudad de María” en Nagasaki. Aquí, tras la explosión de la primera bomba atómica, los huérfanos de Nagasaki habrían encontrado refugio. Colabora con judíos, protestantes y budistas, seguro de que Dios siembra semillas de verdad en todas las religiones. También abre una casa en Ernakulam, en la costa occidental de la India. Para tratar la tuberculosis, regresó a Polonia a Niepokalanów.

Niepokalanów, refugio para refugiados y judíos

Después de la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939, los nazis ordenaron la disolución de Niepokalanów. A los religiosos obligados a abandonar el centro, el P. Kolbe sólo les recomienda una cosa: “No olviden el amor”. Se quedaron alrededor de unos 40 frailes que transforman la ciudad en un lugar de acogida para los heridos, los enfermos y los refugiados. El 19 de septiembre de 1939, los alemanes sacaron al Padre Kolbe y a los otros frailes, llevándolos a un campo de concentración, de donde fueron liberados inesperadamente el 8 de diciembre. De vuelta en Niepokalanów, reanudaron su asistencia a cerca de 3500 refugiados, de los cuales 1500 eran judíos. Después de unos meses, sin embargo, los refugiados fueron cazados o capturados y el propio Kolbe, después de negarse a obtener la ciudadanía alemana para salvarse, fue encarcelado el 17 de febrero de 1941 junto con cuatro frailes. Después de ser maltratado por los guardias de la prisión, se vio obligado a vestir un hábito civil, porque el hábito franciscano “molestaba” a los nazis. El 28 de mayo fue trasladado al campo de exterminio de Auschwitz. Bajo el número 16670, fue puesto junto con los judíos porque era sacerdote y estaba a cargo del trabajo más duro, como el transporte de los cadáveres al crematorio.

La vida en Auschwitz y el testimonio en el búnker

Su dignidad como sacerdote anima a otros prisioneros. Un testigo recuerda: “Kolbe era un príncipe entre nosotros”. A finales de julio fue trasladado al Bloque 14, donde los prisioneros se dedicaban a la cosecha en los campos. Uno de ellos logra escapar: por eso diez prisioneros fueron destinados por los nazis al búnker de la muerte. El Padre Kolbe se ofreció a cambio de uno de los “elegidos”, un padre de familia, su compañero de prisión. La desesperación de los condenados se transforma en oración común dirigida por el Padre Kolbe. Después de 14 días sólo cuatro permanecen con vida, incluyendo al Padre Maximiliano. Entonces los guardias deciden acortar su agonía con una inyección de ácido fenólico. El Padre Kolbe ofreció su brazo, diciendo “Ave María”: estas fueron sus últimas palabras. Es el 14 de agosto de 1941.
 

Santo del 14 de agosto

Sacerdote romano en la época de Constancio II, Eusebio reprochó al Papa Liberio su exagerada laxitud ante el arrianismo del emperador. Constancio II lo encarceló por siete meses en un calabozo, donde murió el 14 de agosto del 353. Tiempo después le fue dedicada la homónima basílica en el Esquilino.  
Alfredo nació en una rica familia de Colonia en el siglo IX. De monje benedictino se hizo sacerdote y luego fue obispo de Hildesheim en 850. Como un buen pastor, se ocupó de la evangelización y de la construcción de nuevas iglesias y conventos. Fue un hombre de confianza de Ludovico el Germánico.  
 

Oración del día:

 
"Ó s. Maximiliano M. Kolbe, sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales y mártir, humilde siervo de Dios, que encontraste en la soledad y la oración la verdadera paz, intercede por nosotros ante el Señor. Ayúdanos a buscar la unidad y la fortaleza espiritual en medio de las tribulaciones, y guíanos con tu sabiduría hasta el corazón de la Santísima Trinidad. Amén."
 
Que en este día podamos reflexionar sobre la vida de s. Maximiliano M. Kolbe, sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales y mártir y encontrar inspiración en su entrega total a Dios, especialmente en tiempos difíciles.
 

El Santo del Día: La Importancia de la Santidad Cotidiana

Cada día, la Iglesia Católica conmemora la vida de uno o más santos, recordando sus virtudes y su testimonio de fe. La tradición del "Santo del Día" nos permite conocer a quienes dedicaron su existencia a Dios, sirviendo con amor y devoción a la humanidad.
 

¿Quiénes son los santos?

Los santos fueron hombres y mujeres que, en su caminar por este mundo, se esforzaron por seguir fielmente las enseñanzas de Cristo. Algunos sufrieron el martirio por su fe, mientras que otros dedicaron sus vidas a la oración, la caridad y la evangelización. La Iglesia los reconoce como santos tras un proceso en el que se confirman sus virtudes y los milagros atribuidos a su intercesión.
 

La celebración del Santo del Día

Cada santo tiene un día especial de conmemoración, generalmente en la fecha de su fallecimiento, visto como el momento de su encuentro definitivo con Dios. Esta práctica nos invita a conocer más sobre sus vidas y a dejarnos inspirar por su testimonio de santidad.
 

Un propósito espiritual

Celebrar el Santo del Día no es solo un recordatorio histórico, sino también un llamado a la reflexión y a la oración. A través de su intercesión, podemos pedir fuerza y aliento para afrontar los desafíos diarios con más fe y esperanza.
 
Conocer la vida de los santos y celebrar su legado es una manera hermosa de fortalecer nuestra fe y encontrar modelos concretos de vida cristiana. Cada uno de ellos nos deja una enseñanza sobre perseverancia, amor al prójimo y entrega total a Dios. Que sus historias nos animen a vivir con más devoción y propósito, siguiendo el camino de Cristo en nuestro día a día.
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